Galería de la Navidad |
17 y 18 de octubre de 2015
EL PRÓLOGO:
Fue de Quique de quien escuché por primera vez las palabras Cueto – Coventosa. Este pelirrojo, bajito, tan parco en palabras que podría pasar por maleducado si no le conocías, tenía una forma física tipo “Iron Man”, envidiable. De hecho, el mote de “Come-piedras” se lo puse yo, después de hacer con él la Torca del Carlista.
Aquél día, en el Carlista, Quique nos llevó a todos con la lengua fuera, imprimiendo un ritmo de batir records. Tanto fue así que nuestro compañero “Flush” lo pagó en los últimos pozos de subida, dándole una pájara y echando la pota colgado de un fraccionamiento. Me tocó cargar con su saca, además de la mía, el resto de los pozos para que él subiera sin peso.
Debí portarme a la altura de las circunstancias en el Carlista, a los ojos de Quique, porque días después, reunidos en el local de mi antiguo grupo, el GAEM, el “Come-piedras” se me acercó y me dijo:
-“¿Te vienes al Cueto – Coventosa? Nos van a meter los neoprenos. Podemos hacerla en 15 horas como mucho…”. Yo era la primera vez que escuchaba el nombre de aquella travesía, la verdad. Pero viniendo de Quique, eso de “como mucho 15 horas” debía de ser algo bastante chungo. Cuando me imaginé 15 horas al ritmo que nos metimos en el Carlista, tan solo salió una palabra de mi boca:
-“NO”.
Formaciones en El Cañón |
Supongo que luego me inventé mil excusas que adornaran ese “no” tan rotundo y evitar pasar por un “cagao”.
Quique hizo el Cueto – Coventosa y debió saberle a poco porque, poco tiempo después, estaba haciendo la B15 – B1 de Escuaín.
Un par de años después me volvieron a ofrecer unirme a un grupo de compañeros para atacar al Cueto – Coventosa. Sinceramente, no me encontraba preparado, sobre todo mentalmente, así que también di una negativa por respuesta. Este último grupo tardó 24 horas en hacerla, del tirón. Comentaban que, ya en Coventosa, aprovechaban cualquier espera para echar una cabezada ¡y lo conseguían!
Maaaaadre mía. Con esas referencias, ¿Quién coños va a meterse en esa travesía?
Como 15 años después de esto, por temas de trabajo, mis huesos vinieron a vivir al Norte, a Cantabria, lo que mejoró enormemente mi vida espeleológica.
Casi siempre con Manuel y a veces con Iñaki e Ignacio, fui haciendo cada una de las clásicas grandes travesías y, cómo no, el Cueto – Coventosa empezó a sonar de nuevo, como una campana a la hora de misa: “estoy aquiiiií… ¿cuándo vas a venir?”
Empiezas a leer, a mirar topos, a escudriñar en internet historias de gente que la ha hecho. Al principio tratas de esquivarlo, solo leer, como si no fuera contigo eso de un pozo de más de 300 m, bajar hasta -805, 24 horas de travesía.
Un día, sin querer, te imaginas colgado del Juhue y te notas con fuerzas para atacarlo. En ese momento ya estás perdido. Sin darte cuenta, se acaba convirtiendo en una fascinación, en una obsesión. Y ya no queda más remedio, estás atrapado: Tienes que hacerla.
Fue hace dos años cuando me di cuenta de que había caído, de que ya no tenía escapatoria, de que había llegado el momento. Pero me faltaba un grupo de confianza en el que todos nos sintiéramos a gusto y seguros. Y hasta hace unos meses, unos 20 años después de que rechazara la invitación de Quique, no he vuelto a encontrar un grupo que reuniera esas condiciones: los chicos de Santoña y Gama.
LOS ACTORES:
Sí señor. Después de varias salidas con mi nuevo equipo, empezó a tomar forma el sueño del Cueto – Coventosa.
Jorge |
Jorge, que gracias a su idea de meter una balsa, nos ahorró un buen baño para cruzar los lagos; Nadie diría que tiene aspecto de espeleólogo. Para descubrir esa faceta suya hay que verle moviéndose en cueva: como si fuera un gatito.
Álvaro |
Álvaro, callado pero seguro; de aspecto fuerte, aunque su rodilla no le acompaña. Su presencia transmite calma y seguridad: Pase lo que pase, todo está bajo control.
David |
David el novato, al que siempre se le puede echar la culpa de cualquier cosa, pero que en marzo estaba haciendo un curso de iniciación a la espeleo y el octubre el Cueto – Coventosa; Y no es que se portara como un novato, no… A este chico, 7 meses de espeleo le fueron suficientes para estar a la altura de cualquiera de nosotros.
Nardo |
Nardo, super-Nardin. Que tiemble cualquier dificultad, pues Nardo la superará sin pestañear y, encima, hará que parezca que es fácil.
Don Topo |
Y como no, el que suscribe, Antonio a las teclas: Alto, guapo, simpático, inteligente y, sobre todo, modesto.
Hay que contar también con María y con Manuel, que nos acompañaron hasta el Cueto uno y otra nos acercó en coche y parte de la aproximación, ayudándonos a portear el material.
¡¡Muchas gracias a todos por permitir a este anciano unirse a vosotros!!
¡¡Muchas gracias a todos por permitir a este anciano unirse a vosotros!!
Fue un par de meses antes cuando fijamos la fecha: 17 y 18 de octubre del 2015. Ahí comenzó la cuenta atrás. Lo más difícil, decírselo a mi mujer.
Quizás las caras de cansancio de la gente que había hecho la travesía del tirón, sin dormir dentro, me animó a tomarme esta travesía con calma, sin prisas, sin que el reloj fuera algo a batir. Así que estaba decidido a vivaquear dentro y así contagié en ese deseo a mis compañeros.
Quizás las caras de cansancio de la gente que había hecho la travesía del tirón, sin dormir dentro, me animó a tomarme esta travesía con calma, sin prisas, sin que el reloj fuera algo a batir. Así que estaba decidido a vivaquear dentro y así contagié en ese deseo a mis compañeros.
El Grupo al completo |
Aun así, había que ponerse fuerte. No quería que el agotamiento, como a mucha gente que ha hecho esta travesía, fuera un motivo para no disfrutarla. Casi todos los días aprovechaba a salir a correr a medio día, en el trabajo. Si ya estoy delgado, pues bajé más de peso. Tres kilos menos… no sé de dónde.
Comentar que durante la travesía perdí otros tres kilos.
Busqué las mejores topos, las mejores descripciones y empecé a estudiármelas: Los pozos, los puntos para recoger agua, dónde vivaquear, los lagos.
Os recomiendo la descripción que Guillermo Reguilón Vázquez hace de esta travesía. Es un fantástico trabajo, con unas recomendaciones y descripciones de la travesía perfectas.
Busqué las mejores topos, las mejores descripciones y empecé a estudiármelas: Los pozos, los puntos para recoger agua, dónde vivaquear, los lagos.
Os recomiendo la descripción que Guillermo Reguilón Vázquez hace de esta travesía. Es un fantástico trabajo, con unas recomendaciones y descripciones de la travesía perfectas.
Hacia el Cueto |
El acceso al Cueto estaba claro: Desde la pista de Bustablado a las cabañas de Buzulacueva. Ya hice esa aproximación meses atrás, y me costó casi dos horas. Cierto que ese día hacía mucho calor e iba muy cargado, pero pensé que era buena idea buscar a alguien que nos acercara con un Todo terreno hasta Buzulacueva y así ahorrarnos un tramo de la aproximación: Falló el intento en el último momento.
Para atacar el Cueto pensé en tener siempre dos tiradas de 60 m instaladas para poder albergar a los 5 que íbamos a entrar. Habría que cargar con 3 cuerdas de 60m: dos para instalar, una tercera para recuperar e irnos pasando las cuerdas.
Para atacar el Cueto pensé en tener siempre dos tiradas de 60 m instaladas para poder albergar a los 5 que íbamos a entrar. Habría que cargar con 3 cuerdas de 60m: dos para instalar, una tercera para recuperar e irnos pasando las cuerdas.
Hacia el Cueto |
Mi idea para pasar los lagos era usar neopreno más flotadores. Un par de fines de semana antes de la fecha prevista para hacer la travesía, entramos Manuel y yo en Coventosa, para meter parte de los neoprenos y los flotadores hasta pasado los lagos, además de dejar instalada una cuerda en el P10 de la entrada a Coventosa.
El día que entramos a dejar los neoprenos llovía copiosamente. A pesar de que en muchas zonas nos calamos donde habitualmente puedes recorrerlas sin mojarte, el paso de los lagos no presentaba problemas, salvo algo de corriente incómoda en la zona de las marmitas. Ese día el nivel del río Asón era de 1,274 m. Podéis en este enlace comprobar cuál es el nivel en tiempo real.
Los chicos de Santoña entraron en Coventosa un fin de semana después, a meter sus neoprenos y, gran idea de Jorge, meter un bote hinchable. Éstos se encontraron con un grupo dentro de Coventosa que les comentaron que estaban limpiando la travesía y que, por tanto, ¡el Cueto estaba instalado en fijo!. Ummmm… Eso nos ahorraría un huevo de horas.
Faltaban ya solo días y, la verdad, yo estaba nervioso… A dos días de entrar, reconozco que, si alguien me hubiera dado una pequeña excusa, hubiera cancelado la entrada. Casi me la da mi hija de 9 años, que se había partido un brazo hacía mes y medio. Estaban a punto de quitarla la escayola y los hierros. ¿Sería tan mal padre de estar todo un fin de semana bajo tierra cuando a ella la iban a pasar por quirófano? Finalmente se retrasó la cirugía: No había excusa.
Mis compañeros se encargaron de la comida. Preparamos los equipos, las cuerdas, sacas, comida, sacos de dormir, esterillas. Todo estaba listo, salvo mis nervios.
SE ABRE EL TELÓN: ACTO 1º
Sábado, 17 de octubre del 2015. Yo creo que fue de los pocos días de mi vida que me levanté antes de que sonara el despertador.
Nos juntamos todos a las 8:30 en el aparcamiento de Coventosa: Los cinco que íbamos a hacer la travesía, además de Manuel y María, que nos iban a ayudar en la aproximación y así no dejar nuestros coches aparcados en la pista a Buzulacueva. Nervios, todos reconocimos que estábamos cagados…
Bromeamos con irnos dos días seguidos de copas, todo el fin de semana, sin que se enteraran nuestras parejas, para luego, antes de volver a casa, ponernos el mono, rebozarnos por algún barrizal y listos para dar el pego.
A las 10:00 estábamos en el aparcamiento hacia Buzulacueva, vestidos de Nazarenos y listos para iniciar la aproximación. La idea era que nos acompañara Manuel hasta el Cueto.
En el Cueto |
Cargaríamos con tres cuerdas de 60 m y, si llegados allí comprobábamos que la sima estaba instalada en fijo, podríamos evitarnos cargar con este peso, dejándoselo a Manuel, que no iba a hacer la travesía. Esta vez tiré yo delante en la aproximación y, joder, parece que hicieron efecto los dos meses saliendo a correr, porque en 50 minutos estábamos en el Cueto.
Solté todo el equipo y, sin pensarlo ni media vez, me metí en el Cueto, en la galería del Torno. ¡¡Bualaaa!!, ¡¡Está instalada en fijo!!.
¿Qué hacemos? ¿Dejamos todas las cuerdas fuera? Ufff, sería un alivio hacer la travesía sin ese peso. Pero, ¿Y si a mitad del Juhue nos encontramos que ya han retirado parte de la instalación? O peor, ¿Y si nos encontramos que han retirado la instalación de los últimos pozos?: Habría que remontar 500 m de sima, además de la mala leche de no hacer la travesía.
Solté todo el equipo y, sin pensarlo ni media vez, me metí en el Cueto, en la galería del Torno. ¡¡Bualaaa!!, ¡¡Está instalada en fijo!!.
¿Qué hacemos? ¿Dejamos todas las cuerdas fuera? Ufff, sería un alivio hacer la travesía sin ese peso. Pero, ¿Y si a mitad del Juhue nos encontramos que ya han retirado parte de la instalación? O peor, ¿Y si nos encontramos que han retirado la instalación de los últimos pozos?: Habría que remontar 500 m de sima, además de la mala leche de no hacer la travesía.
Al final decidimos meter 60m + 40 m + 20m de forma que, en el peor de los casos, podríamos acabar de descender el Juhue y el resto de los pozos. Habíamos leído que las reuniones del Juhue estaban bien para un máximo de 3 personas. Siendo 5 y con la cuerda que decidimos cargar, si nos encontrásemos desinstalado parte del Juhue, lo pasaríamos putas en las reuniones al tener que anclarnos los 5 a la vez.
En cualquier caso, le dimos a Manuel 60m de cuerda para que llevara a casa de regreso. Algo de peso que nos quitamos.
Entre deliberar, comer, colocar de nuevo el peso de las sacas, etc. se nos fue un buen rato. Y por fin, llegó el momento.
Entre deliberar, comer, colocar de nuevo el peso de las sacas, etc. se nos fue un buen rato. Y por fin, llegó el momento.
ACTO 2º. LA SIMA DEL CUETO
Decidimos que entrara yo primero para ir revisando y asegurando que había instalación: Estos pringaos de Santoña todavía creen que van seguros conmigo.
Eran las 11:45 cuando sonó el metálico y característico “clap” del mosquetón de mi cabo de anclaje en el pasamanos de acceso al Juhue. Y como en un truco de magia, con ese metálico y familiar “clap”, se esfumaron todos los nervios de días atrás.
Con la misma emoción que un niño en la noche de Reyes, tiro de la cuerda, instalada en fijo, y la meto en mi viejo descensor Dressler y en mi shunt.
Juhue |
Un poco de culturilla: Dressler, el inventor de la mayoría de los aparatos que usamos ahora en espeleo y que a finales de los 70 y 80, junto con su hermano Juhue, descubrieron y exploraron el Cueto, además de explorar casi todo lo que conocemos hoy de Coventosa.
Como el futbolista que se santigua al saltar al campo, como un ritual que aporta falsa seguridad, sin mirar toco los cierres del delta del arnés y del mosquetón del descensor para comprobar que están bien cerrados.
Como el futbolista que se santigua al saltar al campo, como un ritual que aporta falsa seguridad, sin mirar toco los cierres del delta del arnés y del mosquetón del descensor para comprobar que están bien cerrados.
Patada a la saca, que queda con un leve tirón colgando de mi arnés ante un inmenso abismo.
Un pequeño giro y ahora soy yo el que queda colgado de la cuerda ante uno de los mayores abismos de toda Europa. 305 m del tirón, verticales. Es el equivalente a un rascacielos de 120 plantas. Y no es el final, luego hay que seguir bajando hasta los casi 600 m, en total unas 230 plantas en un edificio.
Cabecera del Pozo del Algodón |
Otra vez el “clap” de mi cabo de anclaje, pero esta vez para quedar enganchado en el portamateriales del arnés. Fuera llave de bloqueo y, ahora sí, tiro para abajo.
¿Qué se ve? ¿Qué se siente? Pues la verdad, los primeros metros no vi ni sentí nada. Estaba concentrado en lo que estaba haciendo, en el peso de la cuerda, en lo que resbalaba la pared, en si corría o no la cuerda por el descensor, en que mis ojos se hicieran a la oscuridad.
Hasta que bajas unos 10 metros y notas cómo cambia el ruido de los hierros que llevas colgando del arnés, cómo una gran reverberación te impide escuchar con nitidez a Nardo, que esperaba en la cabecera del Juhue. Es el sonido de la inmensidad del vacío.
¿Qué se ve? ¿Qué se siente? Pues la verdad, los primeros metros no vi ni sentí nada. Estaba concentrado en lo que estaba haciendo, en el peso de la cuerda, en lo que resbalaba la pared, en si corría o no la cuerda por el descensor, en que mis ojos se hicieran a la oscuridad.
Hasta que bajas unos 10 metros y notas cómo cambia el ruido de los hierros que llevas colgando del arnés, cómo una gran reverberación te impide escuchar con nitidez a Nardo, que esperaba en la cabecera del Juhue. Es el sonido de la inmensidad del vacío.
Es en ese punto donde el Juhue se ensancha. Ahí sí miré para abajo, buscando la siguiente reunión. Imposible verla. Es un pozo casi circular.
Se ve eso, cómo mi frontal apenas es capaz de dar unas pinceladas de luz que sirven para confirmar la oscuridad del abismo.
Se oye eso, el “clin, clin” metálico de los hierros del equipo, “clin, clin” que rebota hasta difuminarse sucesivas veces para crear el sonido del abismo.
Se siente eso mismo: Estar colgado del mayor abismo del que probablemente jamás me cuelgue.
En pocos minutos llegué a la primera reunión, también perfectamente instalada, así que un simple fraccionamiento y doy el “libre” a Nardo. Preferí no esperar a nadie, para que los 5 entráramos lo antes posible y no retrasar la bajada.
Se ve eso, cómo mi frontal apenas es capaz de dar unas pinceladas de luz que sirven para confirmar la oscuridad del abismo.
Se oye eso, el “clin, clin” metálico de los hierros del equipo, “clin, clin” que rebota hasta difuminarse sucesivas veces para crear el sonido del abismo.
Se siente eso mismo: Estar colgado del mayor abismo del que probablemente jamás me cuelgue.
En pocos minutos llegué a la primera reunión, también perfectamente instalada, así que un simple fraccionamiento y doy el “libre” a Nardo. Preferí no esperar a nadie, para que los 5 entráramos lo antes posible y no retrasar la bajada.
Tras el Pozo del Algodón |
Una tras otra fueron sucediéndose las diferentes reuniones, todas ellas perfectamente instaladas en fijo. No hay donde apoyarse. Son todas reuniones en las que apenas tienes un punto de apoyo para desbloquearte, por lo que en muchas de ellas tienes que tirar de pedal para hacerlo.
En apenas 25 minutos me planto en la repisa del Juhue. 190m de bajada que la literatura sugiere que se bajan en 2 horas, y yo lo he hecho en menos de 25 minutos. ¡¡Joder, esto de encontrársela instalada en fijo en un chollo!! Y aun así se agradece el tener los pies sobre una repisa. Esta vez sí que espero a Nardo, por si le apetece tomar el relevo y tirar él delante. No es así y sigo yo abriendo el grupo: “Cigarrito pal pecho y pá bajo”.
Nuevamente hago mi ritual: Toco el delta del arnés, el cierre del descensor y para abajo. Cuerda, reunión, fraccionamiento; cuerda, reunión, fraccionamiento… y así sucesivamente. Esta segunda parte del Juhue empieza a hacerse más tortuosa hacia su final y, dado que la cuerda está en fijo, son muchos más los fraccionamientos que las reuniones para doble.
Cuerda, reunión, fraccionamiento; cuerda, reunión, fraccionamiento… Se empieza a hacer peligrosamente monótono.
Pozo del Péndulo |
Ahora sí, llegué a la base del Juhue: ¡Adiós gran abismo! Son las 12:50, una hora para bajar el Juhue en fijo, joder, no está nada mal.
Vuelvo a esperar a Nardo para esta vez darle paso y que sea él el que tire delante, así que espero en la estrecha cabecera del pozo del Algodón a David, el novato, que viene detrás de Nardo.
“¡Libre!” grita Nardo.
“¡Vale!, pero voy a esperar a David”, contesto. Aunque sea un crack, hace apenas 7 meses David estaba haciendo el curso de iniciación a la espeleo. Ningún equipo en su sano juicio le hubiera permitido meterse en el Cueto – Coventosa con tan poca experiencia, pero ya veis, o el chaval es un crack o nosotros unos locos.
Cuando David llega junto a mi tiro para abajo. “Ya sabes, David, si necesitas alguna cosita no tienes más que decírmelo, ¿eh?” bromeo con David.
El pozo del Algodón, también instalado en fijo, tiene dos fraccionamientos, con lo que en pocos minutos estoy dando libre a David. Alcanzo a Nardo, que ya está entrando en los siguientes pocetes cortos, de 7 y 8 metros. Seguimos por el impresionante pozo del péndulo, donde encontramos un cable de acero haciendo de pasamanos para guiarnos a la ventana, en la pared contraria, para acceder al pozo de la Muleta.
Cuando David llega junto a mi tiro para abajo. “Ya sabes, David, si necesitas alguna cosita no tienes más que decírmelo, ¿eh?” bromeo con David.
El pozo del Algodón, también instalado en fijo, tiene dos fraccionamientos, con lo que en pocos minutos estoy dando libre a David. Alcanzo a Nardo, que ya está entrando en los siguientes pocetes cortos, de 7 y 8 metros. Seguimos por el impresionante pozo del péndulo, donde encontramos un cable de acero haciendo de pasamanos para guiarnos a la ventana, en la pared contraria, para acceder al pozo de la Muleta.
Pozo de la Muleta |
Seguimos por el pozo de la Muleta: Cuerda, reunión, fraccionamiento; cuerda, reunión, fraccionamiento… Se me empieza a hacer peligrosamente monótono. De hecho, me doy cuenta de que, la monotonía y el exceso de confianza por llevar tantísimos fraccionamientos seguidos, están consiguiendo que baje la guardia: en algunos casos no estoy haciendo la llave de bloqueo, en otros, dado que llevo el shunt, no estoy poniendo el cabo de anclaje. Ufff, casi que prefiero parar a comer algo.
“¡¡Nardo, a ver si ves un sitio para que comamos algo!!”, grito a mi compañero de cabeza.
En la base del pozo de la Muleta, tras un corto destrepe, hay una pequeña galería antes de un pasamanos que da pie a un p4. Ahí paró Nardo para que comiéramos algo.
“¡¡Nardo, a ver si ves un sitio para que comamos algo!!”, grito a mi compañero de cabeza.
En la base del pozo de la Muleta, tras un corto destrepe, hay una pequeña galería antes de un pasamanos que da pie a un p4. Ahí paró Nardo para que comiéramos algo.
Galería antes del Pozo de Juana de Arco |
Eran las 14:10 cuando todos estábamos, por primera vez desde la boca del Cueto, juntos. Casi 2 horas y media hasta aquí. Íbamos muy bien de tiempo, además de que el hecho de haber decidido dormir dentro hacía que el tiempo no fuera un enemigo. Así que comimos, bebimos, fumamos, comentamos experiencias, reordenamos el equipo y seguimos.
Nardo continuó en cabeza, tirando del grupo.
El pozo de Juana de Arco; cuerda, reunión, fraccionamiento; cuerda, reunión, fraccionamiento… Luego el del Oso: Cuerda, reunión, fraccionamiento; cuerda, reunión, fraccionamiento…
Procuro no perder de vista a David, esperándole en los fraccionamientos que considero más chungos.
En el pozo de la Marmita se empieza a estrechar el tema y a aparecer pequeñas cantidades de agua chorreando por las paredes. Casi no llega a mojar, pero se hace incómodo.
Cuerda, reunión, fraccionamiento; cuerda, reunión, fraccionamiento…
El Tubo de Cola hace honor a su nombre y es eso, un tubo con chorreo de agua. En este pozo, en un cambio de fraccionamiento, la monotonía hizo que cometiera un fallo. Decidí bajar uno de sus tramos sin el shunt por lo que retiré éste de la cuerda y, al meterlo en un mosquetón de mi portamateriales, algo pasó y no entró, sino que cayó. Ni me di cuenta. Solo escuché un “Clonck” metálico, eché la mano al shunt y al no notarlo intenté gritar “¡Piedra!”. Pero cuando empezaba a abrir la boca Nardo gritó “¡¡Hostias!! ¡¡Qué ha sido eso, que me ha dado en toda la mano, cabrones!!”.
“Joder, tío, ya lo siento… ” Podía haberle hecho un destrozo a Nardo, la verdad.
Ahora sí, ¡ya estábamos casi abajo! El pozo del Techo que nos deja en las enormes galerías del Cueto: ¡Fascinación! Es lo que sentí. Joder, estamos a 581m de profundidad, en medio de la montaña. Fascinante. ¿Qué debieron sentir los franceses cuando llegaron aquí?.
No hay que descender hasta el fondo pero, por buscar mi shunt, bajé todo lo que la cuerda dio de sí. Destrepando entre bloques aún bajé más hasta que… ufff, allí estaba mi viejo shunt, aunque, de tener que abandonarlo en una cueva, creo que ésta hubiera sido un muy digno final a sus 25 años de actividad espeleológica.
Pozo del Techo |
Efectivamente, en una repisa de la galería se veían apilados como 20 sacos con basura, de la limpieza que estaban haciendo en la cueva: Un aplauso para los valientes.
Eran las 15:30 cuando todos estábamos reunidos al fondo del gran abismo de la sima del Cueto, en medio de la Galería de Juhue. 3 horas y 45 minutos para bajar todo el Cueto 5 personas, lo que la literatura habla de 8 horas. Efectivamente, es un chollo lo de habérnoslo encontrado instalado en fijo. Todo en fijo y con cuerdas en muy bien estado. Vamos, un chollazo.
ACTO 3º. LAS GRANDES GALERÍAS DEL CUETO
Buscamos
el punto de aprovisionamiento de agua y, horror, las botellas que
recogen los goteos del pozo están casi vacías. Probablemente no ha dado
tiempo a que se rellenen, dado que alguien ha estado por aquí hace poco
por el tema de la limpieza.
Bueno, no vamos mal de agua y el Oasis no está lejos. No hay problema. Así que tiramos hacia la Gran Pedrera.
Impresionante
las dimensiones de la galería Juhue, la verdad. Y tremendo caos de
bloques, hacia arriba. “Pero, ¿no dijisteis que toda la travesía era
cuesta abajo?”. Fue la broma más oída en este tramo.
La
verdad que aquí se empieza a notar el peso de las sacas. ¿Por qué no le
daríamos a Manuel todas las cuerdas? Se nota el peso de éstas, joder.
La ruta está bien marcada con hitos y reflectantes. No tiene pérdida.
Giro
a la derecha y más caos de bloques en subida. A las 16:10 estábamos ya
en la sala de las 11 Horas. Es fácil desorientarse entre tanto caos de
bloques. Hay que estar muy pendiente a los hitos y marcas.
Aquí
nos encontramos con un pesadísimo saco de basura, lleno de restos de
carburo. El bueno de Jorge insistió en cargar con él, como “pago” a los
que nos habían dejado el Cueto instalado en fijo: “¡Qué menos,
maricones, que carguemos con este saco hasta la salida!” “Vale, Jorge,
si encuentras sitio en tu saca para cargarlo, nosotros te aplaudiremos
hasta Coventosa…”.
Jorque
se quitó la saca y, como si no lo supiera, se sorprendió de ver cómo
los 35 litros de su saca estaban completamente repletos de carga, al
igual que cada uno de los 35 litros de cada una de las sacas del resto
del equipo.
Bueno, salvo “el novato”, que portaba una de 25 litros. (Edito: Rigurosos estudios cietíficos posteriores han demostrado que, o bien la saca de David sí era también de 35 litros, o bien se trata de un caso de propaganda engañosa)
Finalmente,
a regañadientes, Jorge desistió en su empeño dejando el saco de basura
en el mismo sitio que lo encontró. “Venga Jorge, cuando lleguemos a los
lagos, si vemos algún saco de basura, lo porteamos en la mano entre
todos, hasta la salida” fue la afirmación que calmó definitivamente su
conciencia.
Llegamos
a la Gran Pedrera. Sorprende que, a pesar de las colosales dimensiones
de la galería, en este punto casi se juntan el techo y el suelo debido a
los tremendos desprendimientos de bloques. Este paso consiste en una
larga y pronunciada rampa descendente, parte de arena parte de pequeños
bloques, donde cualquier movimiento provoca una amenazadora avalancha de
piedras. “Aquí fue donde se rompió la pierna el suizo, debido a una
avalancha de rocas” comenté yo. “Finalmente la perdió, en gran parte
debido al pésimo rescate que se llevó a cabo” aseveré para convencer a
mis compañeros que teníamos que separarnos y darnos el “libre” para
bajar la tremenda rampa de bajada.
Al
igual que en vertical o en tramos de cuerdas me gusta ir el primero, reconozco
que en horizontal otros lo hacen mejor que yo. Así que Nardo,
Jorge y Álvaro se fueron turnando, buscando el mejor paso entre bloques,
la mejor ruta en esta parte horizontal.
Sin
grandes incidentes, y más bien aburridos por la monotonía de avanzar
por la Galería del Chicarrón, por enormes galerías tapizadas de inmensos
caos de bloques, justo antes de llegar al Oasis Nardo rompió esa
monotonía con un gran grito:
“¡¡¡Me cago en la puta!!! ¿quién ha metido un puto brick de bebida en mi saca?”. Muy cabreado, empezó a vaciar su saca. “¡¡David, cabrón, has sido tú!! ¡Joder, ha reventado y me ha mojado completamente todo mi saco de dormir!!”
“¡¡¡Me cago en la puta!!! ¿quién ha metido un puto brick de bebida en mi saca?”. Muy cabreado, empezó a vaciar su saca. “¡¡David, cabrón, has sido tú!! ¡Joder, ha reventado y me ha mojado completamente todo mi saco de dormir!!”
El
enfado de Nardo venía porque esos bricks los había traído David y ya le
había reventado uno al “novato” en la aproximación. Podía haber
advertido a Nardo o haberlo sacado de su saca. El resultado fue que
Nardo tenía ahora el saco de dormir y algo de ropa que había metido
completamente empapada.
La
verdad es que el enfado de Nardo fue gordo y llegué a temer que fuera a
más. Pero bueno, ahí quedó, en unos cuantos “me cago en la puta” y
otros tantos “disculpa”.
Bueno,
el caso es que a eso de las 17:15, 7h y 30 min desde que yo entrara por
el Cueto, nos plantamos en el Oasis, deseando ya coger agua porque ésta
empezaba a escasear.
Teníamos
que repostar mucha agua. Este era el último sitio donde podíamos
abastecernos para el vivac, cenar, pasar la noche y desayunar. Mucha de
la comida que traíamos era tipo sopas.
El Oasis |
“¡¡Joder, aquí tampoco hay agua!!” descubrió Jorge.
Tampoco le había dado tiempo a las botellas puestas bajo los goteos a rellenarse. Apenas pudimos coger 1 litro más de agua. En total nos quedaba algo menos de tres litros para cinco y había que comer, cenar y desayunar, además del esfuerzo físico antes de llegar al Pozo de la Unión, siguiente punto con agua.
Decidimos racionar el agua, dejando 1 litro para cocinar. Unos metros más allá del Oasis paramos a comer algo serio. Aprovechamos los filetes de lomo que se había metido David, mezclados con un arroz chino. Lo mejor para calmar la sed…
Comida pasado el Oasis |
Eran las 18:30 cuando Nardo empezó a bajar el pozo de la Navidad. Avanzamos por la galería del mismo nombre, buscando ya un sitio donde montar el vivac.
Nardo en el Pozo de la Navidad |
Jorge en el Pozo de la Navidad |
Sin embargo, esa no era la filosofía de la visita: Queríamos ir de tranquis y disfrutando de toda la cueva.
“No se hable más: Hay que buscar el sitio donde vivaquear”.
La verdad es que nos desesperamos bastante. La morfología de la cueva cambia radicalmente a partir de este pozo, pasando de grandes galerías a otras muy modestas y, aunque el suelo es medianamente arenoso, no encontrábamos un sitio suficientemente amplio como para montar un vivac para 5, ni siquiera para dos personas.
Así, seguimos avanzando por la Galería de la Navidad, pasando por la típica formación de calcita donde todos los grupos se hacen la foto…
Tras casi una hora después de bajar el pozo de la Navidad fue cuando encontramos el sitio.
No era ni mucho menos lo esperado. Un poco pequeño. De hecho tendríamos que usar todo el ancho de galería para montar el vivac. Si apareciese otro grupo les estaríamos contando el paso.
Y el suelo, pufff… ligeramente inclinado y, aunque más o menos liso, de arena blandita nada de nada…
Vivac en la galería de la Navidad |
Aun así, de temperatura yo estuve confortable.
Montamos las esterillas y los sacos, salvo David que no trajo pues pensaba dormir a pelo, y Nardo, que tenía el suyo mojado, aunque finalmente se lo echó por encima.
Cenamos algo, no demasiado y a base de frutos secos y chocolatinas, ya que queríamos guardar el agua para hacernos un café al despertar y hacía poco tiempo que nos habíamos metido el arroz y los filetes de lomo.
Colocamos un par de botes de etanol en gel, por meter algo de calor en nuestro vivac. Y la verdad es que se nota un montón.
Aproveché para entregar la super-mega sorpresa que había preparado días atrás: ¡Un llavero grabado para la ocasión! Que entregué a cada uno de mis compañeros, de recuerdo para toda la vida de esta más que impresionante aventura. (Edito: Posteriormente Nardo personalizó cada uno de los llaveros con nuestro nombre. Todo un detalle)
Llavero de recuerdo |
Y así, con la barriguita llena, contentísimos con nuestros llaveros grabados, abrigaditos con nuestros sacos, los que teníamos, y a la luz y calor de los botes de etanol, nos dimos unos besitos de buenas noches y dulces sueños y, a hora de bebés, esto es, las 20:00, nos pusimos a dormir… Zzzzzzzzz.
Silencio… inmenso silencio. Algo de luz por la llama azulada del etanol ardiendo. De vez en cuando, el bote de etanol, por el calor de llama, hacía un ruidito parecido al que haría una pequeña piedra al golpear sobre una manta térmica.
Selfie, que está de moda, en el interiro del vivac. |
Otra vez el silencio… Zzzzzzzzzz.
Esta vez fui yo quién lo rompió: “¿Habéis oído? ¡Parece que viene gente!”… La verdad es que me dio toda la impresión de escuchar voces al fondo de la galería, como viniendo del pozo de la Navidad. “Buaaa, chaval, ¿Te has tomado la medicación? Yo no oigo nada”.
Y otra vez el silencio, enorme silencio… Zzzzzzzz.
Ahora creo que fue Nardo: “¡Joder!, que sí, que ahora lo he escuchado yo, que viene alguien”… Otro que no se tomó la medicación. “¿queréis dejarnos dormir de una puta vez?”
Otra vez el silencio, aplastante silencio… Zzzzzz
“¡Que sí!, que he escuchado una voz de mujer!”gritó esta vez creo que Álvaro.
Dedujimos, no sé si acertadamente, que lo que estábamos escuchando eran alucinaciones causadas por el inmenso silencio, porque por allí no pasó ni un alma en toda la noche.
Y finalmente, a pesar de lo duro del suelo, de tener como almohada una cuerda de 40m, de los ruiditos del etanol… Zzzzzzz
La
incomodidad de mi improvisada almohada hizo que me despertara. Todo
estaba en silencio y en total oscuridad: Los botes de etanol se habían
acabado.
Estos
botes parece que duran unas 4 horas, por lo que creo que dormí del
tirón más o menos ese tiempo. Eché una meadita, me volví a meter en mi
saco, pero ya fue un duerme-vela a saltos, hasta que, al poco tiempo,
Jorge dijo: “¿Nos levantamos ya? Es que no he sido capaz de dormirme en
toda la noche”. “joder, tío, un rato más, que son solo la 1:00 de la
mañana” contesté yo.
Así empezó el domingo 18 de octubre.
Poco
a poco, el resto de nuestros compañeros fueron dando señales de vida.
David y Álvaro, con el poco agua que nos quedaba, prepararon un café,
que supo a gloria, y no os lo perdáis, unos chorizos medio a la plancha
medio fritos, que junto con unas tortitas parecidas al pan de molde
conformaron nuestro desayuno.
Lo
dicho, chorizo a la plancha, ideal para la escasez de agua que
teníamos. Nos quedaba menos de medio litro de agua y decidimos
reservarla por si a alguien le daba una pájara.
Eran
las 2:15 de la mañana del domingo cuando, después de recoger el
chiringuito, nos pusimos de nuevo en marcha. Nos propusimos avanzar sin
prisa para no hacer demasiado esfuerzo, evitar sudar y tratar de no
deshidratarnos.
Con
ayuda de la energía, a la vez que sed, mucha sed, que nos dio el
chorizo y el café, avanzamos fácilmente por el resto de la galería de la
Navidad. Algún resalte, alguna trepada, alguna arrastrada y en poco
estábamos en un resalte de 10 m en subida que da pie a la galería de los
Artistas. Rápidamente llegamos al P16 que desemboca en la Sala Blanca,
en la que estábamos a las 3:20. La sed se notaba ya bastante.
Galería de los Artistas |
El
P31, al que da paso esta sala, estaba bastante fraccionado. Así, sin
grandes problemas, salvo la sed que ya era importante, llegamos al
“Espeleodromo”, entrando a las 4:00 en esta galería.
Esta
galería es bastante agradable de recorrer, a pesar de algunos resaltes y
bloques. Merece la pena pararse a observar las flores de calcita que
abundan en esta zona.
Sala Blanca |
Entrada al espeleodromo |
Creo que a todos nos pegó el bajón en esta galería, por falta de agua, llegando al borde de la deshidratación. Se notaba que no había muchas ganas de hablar y menos de bromear.
Pasado
el Espeleodromo y antes del pasamanos del pozo de la Unión, vimos un
vivac montado, sin gente dentro, en un sitio mejor que el nuestro, en
una pequeña plataforma lisa, a la izquierda según avanzamos, y con
espacio más que suficiente para 5 ó 6 personas. Además, esta zona está
muy cerca de la ansiada agua. Os recomiendo que si vais a vivaquear os
vengáis hasta este punto.
¡Por
fin! Nos acercamos al pozo de la Unión: “¡Por Dios, que aquí sí que
haya agua!”. Vimos las pintadas en las paredes de los franceses, cuando
hace ya unos cuantos años consiguieron unir Cueto con Coventosa.
Zona de la Unión |
Nada
más pasar las pintadas existe un pasamanos espectacular para salvar el
pozo de la Unión y aquí, por fin, se escuchaban goteos de agua. “¡Por
Dios, que aquí sí que haya agua!”.
A las 4:20 de la mañana del domingo estábamos pasando por el Pozo de la Unión.
Al salir del pasamanos, a la derecha, hay una curiosa plataforma desde donde hay una vista espectacular de este pozo.
Nardo en el pasamanos del Pozo de la Unión |
Al salir del pasamanos, a la derecha, hay una curiosa plataforma desde donde hay una vista espectacular de este pozo.
¡Y
por fin, el ansiada agua! Hay un goteo, tirando a chorreo de agua que
cae del techo y un par de botellas para recogerlos. Nuevamente, las
botellas estaban poco llenas, pero esta vez no podíamos pasar más sin
agua. Llenar de los chorreos del techo las 5 botellas de agua que
llevábamos, además de lo necesario para quitarnos la sed, nos llevaría
varias horas, así que nos tocó agudizar el ingenio.
Con
una manta térmica hicimos una especie de “captador de goteos” y embudo:
¡Bualaaaa! En menos de 1 minuto conseguimos llenar la primera botella
de agua y en 5 minutos estábamos preparándonos las sopas que no pudimos
hacernos para cenar el día anterior.
Recogiendo agua en el Pozo de la Unión |
Aquí
hicimos una larga parada que aprovechamos para hincharnos a sopas de
todos los sabores y colores, así como cargar con toda el agua que
necesitábamos.
Con
fuerzas renovadas, nos metimos en la temida galería de Las Pequeñas
Inglesas. La verdad es que no me pareció tan agotadora. Sí que tiene sus
pasos divertidos, como si fuera un parque temático dedicado a la
espeleo, pero no sé si es que iba muy mentalizado a que ésta era la
parte más chunga o bien que entramos con la barriga bien llena e
hidratados, pero a mí me costó mucho más la zona desde el final de la
Galería de los Veraneantes, más o menos desde la cota -709, hasta pasado
el agujero Soplador.
Pequeñas Inglesas |
Las
Pequeñas Inglesas vuelven a su país tras un P15 facilón, dando la
Galería de los Veraneantes un agradable respiro que hace pensar que ya
está casi todo hecho. Eran las 6:00 cuando llegamos al P15, final de las
Pequeñas Inglesas.
En
esta zona es donde el peso de la saca se nota como una losa a la
espalda. Si durante toda la travesía nos acordamos de la cuerda que
cargamos y que no usamos para nada, a partir de las Pequeñas Inglesas
cualquier peso extra se convirtió en un martirio.
Pues eso, la Galería de los Veraneantes nos permitió echarnos de nuevo la saca a la espalda, dándonos una tregua.
Pequeñas Inglesas |
Más o menos, en la zona de la topo marcada con la cota -709, la galería se convirtió en una diaclasa, a veces desfondada, a menudo estrecha y retorcida, siendo esta parte una continua lucha con el peso de la saca, con muchos pasos en oposición, teniendo que llevar la saca en el arnés y peleando para que no se quede enganchada. Además, una fuerte corriente de aire hace que te quedes frío a poco que tengas que esperar en un paso.
En
esta zona tratamos de mantener cierta separación, avanzando de dos en
dos, para que no tuviéramos que sufrir grandes esperas y quedarnos
helados con el vendaval de algunas zonas.
A
las 8:00 del domingo estábamos descendiendo el pequeño pozo que da
acceso a la sala de la Turbina. A pesar de su nombre, esta sala es
amplia, siendo de los pocos espacios cómodos en este tramo de travesía.
Pequeñas Inglesas |
Ahora,
hasta el agujero soplador, se nos presenta una gatera que, aunque hay
que arrastrase o ir a cuatro patas, no es estrecha. Se vuelve a notar la
corriente de aire que indica claramente la salida.
En
esta gatera, en la que iba tirando yo delante, sucedió que, en un
momento dado, noté que desapareció súbitamente la corriente de aire:
Mal, me había pasado de largo la continuación buena. Estad pendiente a
este hecho, ya que hay un punto en el que es muy fácil pasarse, siendo
el viento nuestro guía en este tramo.
Estábamos ya deseando llegar al agujero soplador, por dejar de soportar el viento y por poder echarnos la saca a la espalda un rato. Primero una corta cuerda, que pensé que por fin era el Agujero Soplador, pero no. Esa cuerda da acceso a una zona adiaclasada que es la cabecera, ahora sí, del agujero soplador.
Bajada a la Sala de la Turbina |
Estábamos ya deseando llegar al agujero soplador, por dejar de soportar el viento y por poder echarnos la saca a la espalda un rato. Primero una corta cuerda, que pensé que por fin era el Agujero Soplador, pero no. Esa cuerda da acceso a una zona adiaclasada que es la cabecera, ahora sí, del agujero soplador.
Su estrechez y el viento que sopla no invita a meterse, pero ya teníamos ganas de abandonar esa zona.
Me
metí con la cara hacia la pared donde está el anclaje, la posición más
obvia. Usé un ocho para descender; ya sabéis que estas cuerdas en fijo
con mucho uso suelen correr mal por los descensores de poleas.
Nardo en el agujero Soplador |
Si
en este pozo dejas que la gravedad haga su trabajo, acabas encajado en
la grieta, ya que se va cerrando justo por la vertical. Sin embargo, si
en cuanto puedes, te vas desplazando hacia la derecha, según bajas,
hacia el lado desde donde habéis venido haciendo la travesía, se pasa
sin ningún problema.
A las 8:30 estábamos pasando por el Agujero Soplador.
ACTO 5º. LAS GALERÍAS DE COVENTOSA
¡¡Uffff,
qué respiro!! La salida del agujero soplador fue como cambiar de cueva:
Desapareció el incómodo viento y, de nuevo, aparecieron las grandes
salas y galerías. Eso sí, la frase más pronunciada, con diferencia, era
“puta saca”.
Echamos un trago de agua, picamos alguna tontería y, joder cómo pesa la puta saca.
La
galería del Agujero Soplador me pareció preciosa, la verdad. Amplia,
con formaciones; lo contrario de dónde veníamos. Me quedo con ganas de
haberla disfrutado un poco más, ya que a estas alturas teníamos ganas de
soltar las putas sacas.
Galería del Agujero Soplador |
Avanzamos
cómodamente por esta zona hasta, en pocos minutos, llegar a la
tirolina. A las 9:00 del domingo estábamos en el gran balcón donde se
inicia la tirolina, montada para salvar un lago que toma su agua por
filtración desde los de abajo.
Voy
yo primero para al tirolina: polea al cabo corto y el cabo largo, por
si acaso, también a la tirolina por detrás de la polea.
Plataforma de la Tirolina |
Hay
un primer balcón desde donde parece que ya te puedes tirar: Mal, me
pegué una leche de las buenas en el empeine, ya que al colgar mi peso
cedió algo la tirolina, a pesar de lo bien tensada que estaba, y me
golpeé contra un saliente de roca de la propia plataforma.
La salida buena es algo más abajo, en una especie de pequeña plataforma inferior.
El que suscribe, en la tirolina |
Si
os ponéis la saca colgada en el arnés ésta hace de freno al rozar
contra la arena del otro extremo de la tirolina, al otro lado del lago.
Si no lo hacéis así, la frenada es algo más brusca.
Nardo en la Tirolina |
Avanzamos
sobre un suelo arenoso cómodo, resultado de las crecidas de este lago,
hasta dar con un caos de bloques en subida. En lo alto de este caos de
bloques hay un par de sitios muy buenos para hacer una parada. Se trata
de un par de zonas alisadas a propósito, probablemente resultado de más
de un vivac hecho por aquellos al que le ha pillado alguna crecida y han
tenido que esperar a que bajen las aguas de los lagos.
Álvaro tirándose por la tirolina |
Aquí
hicimos una buena parada, donde comimos y bebimos antes de bajar a los
lagos. Nos cruzamos con un grupo de valientes, que iban camino de la red
intermedia, a sacar basura a la calle.
Charlamos un rato con gente nueva, que siempre es agradable, y para abajo, al P10 que da paso a los lagos.
A
las 10:00 estábamos calzándonos el neopreno, todos menos Jorge, que
tuvo la genial idea de meter una balsa. Jorge, te estaré siempre
agradecido.
Mientras
nos calzamos los neoprenos, Jorge infló su bote de dos plazas.
Nosotros, mientras, abrimos los flotadores que habíamos metido Manuel y
yo dos semanas antes para ¡horror!, ¡¡Eran de talla de bebé!!
Joder, aquello era surrealista: la cagué por no comprobar los flotadores que compré en el chino. A parte de ser de Bob Esponja, que eso es lo de menos, eran para niños de 12 meses. Joder, apenas nos cabía una pierna dentro del agujero central. Menuda cagada.
Las
carcajadas que nos echamos al ver aquello se nos quitaron cuando, a
pesar del neopreno, nos metimos en el 3º lago, pensando en pasarlo a
nado.
Yo no sé si ya teníamos las fuerzas mermadas, o es que aquello estaba más frío que de costumbre, pero, a pesar de los neoprenos, salimos pitando del agua.
Yo no sé si ya teníamos las fuerzas mermadas, o es que aquello estaba más frío que de costumbre, pero, a pesar de los neoprenos, salimos pitando del agua.
Y por eso estaré siempre agradecido a Jorge: En un primer viaje, Jorge pasó unas cuantas sacas en su bote, para regresar e irnos cruzando uno por uno. ¡Gracias de nuevo Jorge!
A pesar de lo que pensaba con anterioridad, para hacer la travesía creo que lo mejor es meter un bote y pasar de neopreno. Con la falta de energía que llegas a este punto, no me extraña que haya habido tanta gente que aquí, en los lagos, a poco más de 4 horas de la calle por cómodas galerías, hayan tenido que pedir ayuda para salir. O peor.
Así,
a pesar de que nos entretuvimos muchísimo con tanto paseo y tanto remo,
pasamos el 3º y más largo de los lagos casi sin mojarnos.
David,
que se maneja muy bien con estas cosas, cargó con el bote inflado por
los bloques que hay entre el 3º y 2º lago sin apenas rozarlo.
Misma
maniobra para el 2º lago: Primero pasó Jorge y luego, a base de
regresar uno y volver dos y de dar un montón de paseos, pasamos todos
este lago casi sin mojarnos.
Esta
vez me tocó remar a mí y no os creáis, que no es nada fácil maniobrar
para evitar ciertos salientes que hay, tanto en paredes como en el
fondo. De hecho, en el último viaje de este segundo lago rozamos David y
yo el bote al llegar a la orilla.
Jorge y su bote |
La
separación entre el 2º y 1º lago es muy corta. David cargó de nuevo con
el bote, pero al llegar al primer lago, se notaba la pérdida de aire
por el roce que le habíamos dado.
A
Álvaro se le ocurrió que debiéramos engancharle permanentemente la
bomba de inflado y el que fuera de pasajero que continuamente fuera
hinchando el bote.
El primero en pasar fue Jorge, que era el único que no llevaba neopreno.
Y
así, dándole como locos a la bomba de inflado, con la amenaza de
hundirnos en las frías aguas de este último lago, conseguimos cruzar
todos sin mojarnos. Eran como las 12:00 cuando estaban todos los lagos
superados. Dos horas tardamos en pasarlos debido a tanto viaje con el
bote.
Yo,
sinceramente, cuando me eché de nuevo en este punto la puta saca a la
espalda, noté cómo mis energías estaban entrando en reserva y supongo
que las del resto no irían mucho mejor. Además, había que cargar con la
balsa, que también pesaba lo suyo. Me vino a la cabeza en este momento
el pesado saco de basura que Jorge pretendía haber traído desde la
galería del Chicarrón.
Tiré yo delante, por terreno conocido ya por todos. Fue Nardo el valiente que empezó cargando con la balsa.
Mi
falta de energías se confirmó cuando me tocó cargar con la balsa
durante unos minutos, mientras Nardo libraba unas marmitas por el
pasamanos instalado para ello.
Vuelvo
a pedir disculpas a mis compañeros, pero me escaqueé de cargar más con
la balsa, ya que mis energías me avisaban que, o me escaqueaba de este
tema o igual tendrían que cargar conmigo. Fueron Nardo y David quienes
se chuparon casi toda la carga de la balsa.
Así,
con esta falta de energías ya en todo el grupo, llegamos a la última y
más bonita de las marmitas, en la cota máxima de la travesía:
¡¡¡-805m!!! La mayor de las cotas que he hecho nunca en espeleo. No
estaban las fuerzas para mucha celebración, así que, escaqueándome de
cargar con la balsa, tiré delante del grupo.
Esta
es una zona ya muy conocida. He iniciado a bastante gente en la espelo
trayéndola hasta esta zona. ¿Cómo puede ser que me cueste tanto ahora?.
Donde antes iba con los novatos moviéndome como un gatito, subiendo los
pozos incluso sin pedal, pasando los pasamanos en un suspiro… ahora cada
subida por cuerda, cada rampa, cada pasamanos… me había convertido en
el peor de los novatos patosos. Más torpe no se podía ser.
Cuando
pasé el pasamanos de cable de acero que lleva a la sala de los 71 m caí
rendido en el suelo, asfixiado en sudor y jadeando. Joder, ni el peor
de los torpes.
Tenía
el neopreno puesto y estaba, por dentro, empapado en sudor. Quizás ese
fue mi error y tenía que haberme quitado el neopreno al salir de la zona
de agua.
Me desabroché el neopreno y algo mejoró, pero de verdad que pensé que me daba algo.
Allí
sentado, yo solo, mientras esperaba a mis compañeros que venían detrás y
que tardaban un huevo, supongo que también por su falta de fuerzas,
unido a la pelea con la balsa, es cuando piensas como tantas veces:
“¿Qué cojones hago yo metiéndome en estos berenjenales? Con lo bien que
estaría yo ahora, tomando unas cervecitas en Castro, con unas rabas,
mientras los niños juegan en la plaza del Ayuntamiento en un domingo
soleado, como este, para luego echarme la siesta del domingo en mi
cómodo colchón de visco”.
Pensé en, si ahora estaba como un trapo, ¿cómo hubiera sido si no nos hubiéramos encontrado el Cueto instalado en fijo?
Después de un rato muy largo llegaron mis compañeros y, como yo, se sentaron agotados a mi lado.
Echamos
un trago de agua y un montón de azúcar, en forma de chuches y dulces,
para adentro, a ver si conseguíamos de nuevo encender los motores.
El comentario fue al unísono: “No vuelvo a hacer esta travesía”. “Una y no más”. “Después de esta, yo dejo la espeleo”
Nos
pusimos en pie y, de nuevo, la puta saca a los hombros, ya muy
doloridos del peso. Seguí yo en cabeza y el azúcar debió hacer efecto.
Minutos antes pensé que no sería capaz de subir la rampa de la Sala
Declive, la verdad, y no me costó tanto.
Llegamos
al R10 final de Coventosa, a escasos metros ya de la salida. Tiré yo el
primero, por la escala que hay instalada en fijo asegurándome a la
cuerda que habíamos dejado instalada días atrás.
Patoso,
patoso, patoso… se me salían los pies de los peldaños, no era capaz de
mantener el equilibrio. Un auténtico torpe. Menos más que nadie me vio,
salvo mis compañeros, que iban en igual estado.
Cuando
llegué arriba había alguien. Un chaval en pantalón corto que estaba
recogiendo una cuerda. Le saludé, me saludó. Me preguntó y le comenté
que veníamos de la travesía. Yo estaba tan cansado que no me enteré de
nada de la charla que me dio. Ni sé de qué me habló. Algo de que él
también quería hacerla o la estaba preparando o algo así.
Poco
a poco fueron llegando mis compañeros, recogimos la cuerda, que ya no
entró en mi saca, ni de coña, y hubo que llevar colgando. Tiramos los
escasos metros que nos quedaban hasta la salida.
Por
cierto, la cuerda, que instalamos un fin de semana antes, en el puente
del Pilar, destrozada… Parece como si hubiera pasado por ella una legión
de espeleólogos. En dos puntos estaba la camisa destrozada, con el alma
casi al aire y, en su mayoría, la camisa estaba quemada. Vamos, que
tengo que tirar mi cuerda de 20 m: Ha sufrido más en un puente del Pilar
en Coventosa que en 5 años conmigo.
Incluso nos tocó dar algún paseo extra, por mi culpa, por error al encontrar la salida. Joder, cómo estábamos.
Salida por Coventosa |
Y
por fin, a las 13:45 horas del domingo 18 de octubre, después de 26
horas desde que me metí en el Cueto, vimos la luz del día. Verde, mucho
verde en una fantástica tarde soleada. Y ese olor a aire fresco no
viciado.
Y
alegría y satisfacción porque, por fin, desde aquel “¿Te vienes al
Cueto – Coventosa?” del “Come-piedras” había conseguido hacer esta más
que impresionante travesía. Ciertamente, para poder decir por ahí que
haces espeleo, tienes que haber pasado por aquí.
Satisfechos
fuimos camino del coche, comentando la experiencia. Y parece que la luz
del Sol nos volvió de nuevo locos, porque, antes de llegar al coche, ya
estábamos hablando de que, igual, con menos peso en la saca,
volveríamos a hacerla y que, igual, esta nueva vez, habría que hacerla
sin estar el Cueto instalado en fijo… Locos.
Camino del coche saludamos a la paisana de la zona, que echaba de comer a las gallinas.
El placer de quitarse el equipo... |
Y,
por fin, lo mejor de la travesía: Llegamos al coche y tiramos al suelo,
con todas nuestras ganas, la puuuuuuta saca. Y qué gozada eso de
quitarse el equipo, el neopreno y quedarse en bolas. ¡¡Eso sí que es el
mayor gustazo de hacer espeleo!!